En ocasiones, muy de vez en cuando, recala en nuestras manos alguna joya desconocida u olvidada: el legado de una mente enferma, o de un genio efĆmero y autodestructivo, o de un simple mortal tocado por la varita de la brillantez literaria. QuizĆ” una mezcla de todos; probablemente, de ninguno.
El caso es que los astros se alinean, los Ć”ngeles nos guĆan y nuestros ojos, esos ojos manchados por la promiscuidad literaria que llena de best-sellers los estantes de nuestra librerĆa favorita, se posan sobre un librito usado, manoseado y enterrado entre una tonelada de papel amarillento. Y Cupido hace el resto.
Como
lector compulsivo, podrĆa contar con los dedos de una mano las veces que he
tenido la suerte de vivir una situaciĆ³n como esta. Sin embargo, no hace mucho,
Fortuna me concediĆ³ el privilegio de asistir al encuentro, romance y matrimonio
ipso facto entre un amigo y un
libertino libro de tapa blanda. Era apenas un puƱado de hojas grapadas, escrito
a doble espacio y con mĆ”rgenes desproporcionados para abultar mĆ”s; lo Ćŗnico que
podĆa leerse en la cubierta era el tĆtulo: “Paso de contarlo”, bajo el nombre
de un autor desconocido y sobre un fondo grisƔceo en el que se adivinaban los
indefinidos rasgos de un rostro a medio dibujar. “Joder, me lo ha vendido”, fue
lo Ćŗnico que pudo decir mi amigo ante tan magnĆfica obra maestra del marketing. Y procediĆ³ a pagar la obscena
cantidad de 1 euro por su nuevo compaƱero de cama.
Dos
dĆas despuĆ©s, mi manirroto compaƱero me comunicĆ³ que habĆa finalizado con Ć©xito
la lectura de dicho libro. Y no solo eso, sino que afirmĆ³ que le habĆa gustado
mucho y se ofreciĆ³ a dejĆ”rmelo para que le echase un vistazo, asegurando que me
iba a encantar. “Se lee en media hora”, dijo, con una sonrisilla traviesa. Y,
las cosas como son: se leĆa en media hora. Pero nunca me advirtiĆ³ lo que
invertirĆa en releerlo.
No
dirƩ que se trata del mejor libro jamƔs escrito. Ni siquiera de una obra de
culto, o imprescindible en cualquier biblioteca que se precie. Es mƔs, ni
siquiera me atreverĆa a afirmar que es una lectura necesaria e irrepetible. No
conmino al lector a embarcarse en una bĆŗsqueda irrefrenable para dar con una
obra que, con toda probabilidad, le resultarĆ” harto complicado hallar. En
realidad, no es mĆ”s que una brevĆsima compilaciĆ³n de relatos escritos, eso sĆ,
con una pulcritud y una sencillez abrumadoras.
Y,
a pesar de todo, considero que estoy ante uno de los mejores libros de cuentos
que he tenido la tremenda suerte de poder saborear. Su autor, ya fallecido, era
un humilde profesor con un par de obras publicadas y algĆŗn premio de menor
importancia, pero no me arredrarĆa ante nadie al afirmar que lo considero unos
de los mejores escritores (al menos, de relatos) de esta madriguera de huidizos
literatos que es EspaƱa. Y no puedo evitar entristecerme al pensar en todos
esos autores que, genios, enfermos o henchidos de brillantez, o quizƔs de todo,
aunque puede que de nada, observan con tristeza el panorama literario y no se
atreven a dar el salto y plasmar, negro sobre blanco, o blanco sobre negro, esa
obra maestra a la que dan cobijo en sus privilegiadas mentes. Porque, no nos
engaƱemos, llegados a este punto, pasan de contarlo.
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