DIEGO ARTIME
¿Qué
habrÃa sido de “La metamorfosis” sin el ingenio de Kafka? ¿Qué habrÃa ocurrido
con Madame Bovary si hubiese caÃdo entre las lujuriosas manos del Marqués de
Sade? ¿Cuántas ballenas habrÃa perseguido Ahab si Moby Dick hubiese sido
pergeñada por la imaginación de un analfabeto texano? ¿Qué es, en definitiva,
una historia sin su escritor? Tan solo un proyecto, una narración en potencia,
un universo nonato en manos del azaroso destino. Las grandes joyas de la
literatura no son lo que son por la narración, sino por la pericia del
narrador.
Stoner es el paradigma de
esta relación entre autor y obra. John Williams recorre, en las páginas de su
novela, la vida de un profesor universitario desde que abandona la casa de sus
padres hasta que, ya retirado, sucumbe ante la inevitabilidad de la muerte. No
hay, en esta historia, nada que la haga única, que la diferencie de las miles
de novelas biográficas que pueden encontrarse en cualquier biblioteca, que la
distinga de la vida de todas esas personas anónimas que pasan por el mundo sin
dejar huella. Pero es maravillosa.
El protagonista es un hombre normal,
un ser humano real que atraviesa las mismas dificultades que podrÃan
interponerse en el camino de cualquiera de sus lectores. La única luz que
brilla en una vida marcada por el fracaso de su matrimonio y el estancamiento
profesional es su amor por la literatura. Stoner es la historia de un
hombre que disfruta con la enseñanza y que ha encontrado, en los libros, lo que
jamás alcanzará en el terreno personal. Y eso es todo.
No será testigo de acontecimientos
milagrosos, ni influirá en las experiencias vitales de sus coetáneos, ni pasará
a la historia como un hombre ilustre. Ni falta que hace. John Williams coge la
historia de una vida mediocre y la convierte en una emotiva obra de arte que
exuda auténtico fervor por los libros. Y lo hace sin alardes, sin complicadas
figuras literarias, sin recurrir a indescifrables parrafadas de comprimido
aburrimiento textual.
Una idea sencilla plasmada con un
estilo sencillo, pero de forma magistral: probablemente, lo más complicado que
se puede hacer en este mundo. Stoner es Stoner porque John Williams es John Williams. Sin él, es un libro
más. Con él, lo es todo.