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Plagio en tiempos de Internet

CELIA GALLEGO

Según la RAE la palabra plagio significa  copiar en lo sustancial obras ajenas, dándolas como propias. Pero significa mucho más que el simple hecho de copiar algo y hacerlo propio.
Antiguamente para poder copiar algo se necesitaban horas y una precisión muy compleja para copiar una obra al 100%, otro modo era robarla, lo cual era peligroso. Ahora sólo basta con pulsar dos botones de tu teléfono móvil para hacer captura de pantalla y postearlo en tu cuenta personal como si fuera tuyo.

Internet es la causa de que este fenómeno haya crecido de una manera exponencial los últimos años. Las fotografías que hacemos desde el visor de nuestra cámara suben a una nube infinita donde pasan a ser de todos los internautas. Ahora con las redes sociales estamos en constante vivencia con las fotografías, no sólo de nosotros mismos, sino también del trabajo de muchas personas: diseños, tatuajes, dibujos, frases, libros, propias fotografías son cogidas por algunas personas y colocadas en sus perfiles personales diciendo que son obra suya. ¿Y qué puede hacer el autor de la fotografía si estamos en tierra de nadie?

No estamos aquí para hablar de robo de la personalidad de alguien, de hacerse pasar por otra persona, algo también a la orden del día.  Sino de robar algo más que la imagen. Resulta desesperante ver cómo pasas horas y horas trabajando en un nuevo dibujo, en un nuevo modelo de tatuaje o tipografía y que poco tiempo después aparezca, casi por arte de magia, en la cuenta personal de otra persona diciendo que es suyo. Muchos artistas jóvenes cuelgan todo su trabajo en las redes con el fin de darse a conocer y quizá en un tiempo poder vivir de ello, pero las consecuencias de este éxito social en ocasiones son caras.

Lo tangible se puede copiar. Una imagen se puede robar, incluso hacer captura de pantalla y resubirlo a tu cuenta, pero la originalidad y personalidad no son susceptibles de ser robadas. Las ideas nacen de la mente de una persona y una fotografía no es capaz de representarlo. Pero hay veces que ni las marcas de agua son suficientes. Y hay personas que se esfuerzan mucho en aparentar hacer cosas de otros.

La marca de agua destroza un dibujo, por experiencia hablo que ningún ilustrador está a favor de marcar su dibujo en su propiedad de una manera tan antiestética como la marca de agua. Pero es necesario, sobre todo cuando tus diseños se convierten en algo viral.

Alba González Cantalapiedra (@albaricoque_agc) es una ilustradora de  Valladolid estudiante de Diseño Gráfico, muchos de sus diseños se han hecho virales en internet, sobre todo por twitter. Y más de una vez se ha topado con que sus dibujos están en cuentas de otras personas diciendo que lo han hecho ellos, la misma imagen  que ella anteriormente había subido a su cuenta. ¿Y qué haces en ese momento? Pedir explicaciones a quien lo ha subido y que haga caso omiso o denunciar su cuenta, si al poco se creará una nueva y podrá subirlo de nuevo.

Ilustración plagiada de la artista Alba González Cantalapiedra



“Llega un momento en el que ya pasas de seguir pidiendo a la gente que mencione tu autoría, la gente pasa” explica la artista. Ser alguien conocido en las redes es muy favorecedor para dar a conocer tu trabajo, pero cuantos más lo conocen, más posibilidades existen de que personas lo “roben”. Hay un punto de inflexión en el que piensas ¿dejo de subirlo, añado una marca de agua y estropeo la estética o sigo como si nada? Resulta muy frustrante para muchos pensar que su trabajo es susceptible de ser robado a un solo click.

Nos encontramos también con los casos de Albert Sóloviev y Laura Agustí, dos ilustradores con una estética muy definida y también muy atractiva. Por su parte Albert pinta, como él mismo dice, mujeres tristes. Retratos de mujeres con miradas lacrimógenas, melancólicas que trasmiten muchísimo sentimiento. Por su parte Laura pinta retratos de personas con caras de animales. No sería la primera vez que he visto alguna cuenta de Instagram “embellecida” con estos dibujos, sin ni si quiera mencionar la autoría. Con sus más de cien mil seguidores a sus espaldas, quizá no lo tengan tan en cuenta ya que tienen su marca grabada, pero un artista con pocos seguidores sería algo más serio.

Si nos pusiéramos a revolver en el cajón de los desastres nos encontraríamos con muchos artistas, ilustradores, fotógrafos e incluso poetas que sus creaciones han sido “robadas” en esta ventana tan grande a la que llamamos Internet.

Es una lucha sin rumbo, depende del propio sistema de las redes sociales que protejan a los usuarios de este tipo de ataques, porque una idea vale mucho más que algo tangible. Y para un artista, su obra es tan importante como su vida. Las horas de trabajo invertidas se ven truncadas cuando el reconocimiento se lo lleva una persona que simplemente ha hecho copiar y pegar la fotografía en su feed

Celia Gallego

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